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Brevísimas anotaciones de mi vida


Nací hace algún tiempo —veinte años y medio, que no es poco, pero tampoco mucho— en una ciudad que, incluso a día de hoy, me viene cierta extraña y rara vergüenza cuando la confieso: Pamplona. No la albergo ningún odio o repulsa, al contrario, los que me conocen saben el inmenso cariño que la proceso. Pero para alguien que se jacta orgulloso de su Burlada, una ciudad enclavada cerca de la capital navarra y donde he pasado toda mi vida, no puede evitar un pequeño brote rojizo en las mejillas cuando reconoce que sus primeros llantos sonaron por paredes pamplonesas y no burladesas. ¡Qué más hubiera querido! Pero se ve que los de Burlada gozamos de bares, casinos y peluquerías —siempre me he preguntado por qué hay tantas, debe de ser

que otras cosas no, pero mata de pelo nos sobra— y no tanto de un hospital, y tampoco parece que la idea de un parto en casa rondase por la mente de mis padres. Una pena; no pudo ser.


Por razones lógicas, de mis primeros meses e inicios de la infancia no tengo recuerdo alguno, pero como alguien dijo una vez que en la infancia es donde se vende todo el bacalao, al menos el de calidad, no he querido dejar en blanco esta parte. Debido a este embrollo he acudido a mi madre, quien dará cuenta de aquellos primerizos años. Bien sabe ella más de mí que yo mismo y podría escribir largo y tendido y mejor, sobre todo mejor, acerca de este servidor, pero no quiero ocuparle mucho de su tiempo así que solo será un tramo, lo justo para que cubra esta laguna que tengo. Dejo paso a sus sabias palabras:


‹‹Me presento como la madre del autor de esta biografía —aunque él me ha insistido varias veces en que la llame anotaciones ¡Cosas suyas!­­—. Parece que como tantas otras veces me toca sacar a mi hijo del fregao que se ha metido. Mira que le digo que no me gustan estos embrollos, pero una madre debe sus fuerzas y fragilidades, ambas, a sus hijos, y, claro, no he podido resistirme. Como bien ha manifestado mi hijo, nació hace algún tiempo, concretamente el 26 de junio de 2001, y pesó dos kilos y 85 gramos (una madre nunca olvida estas cosas). Quiso quien quisiera que a mi marido y a mí, padres primerizos, nos viniesen dos de golpe. ¡Todavía recuerdo el susto! En fin. Se ve que los dos pesaron muy poca cosa y me los querían llevar a la incubadora. Debí de darles lastima y me dejaron al menos a Mikel —su hermano— conmigo. Hubiese querido que fueran ambos. Una pena; no pudo ser. De la infancia de mi hijo solo puedo decir que fue feliz. Y lo sé yo que soy su madre. Buenos años aquellos… Y ahora me marcho, que ya bastante le he hecho y algo tiene que trabajar››.


Regreso a mis obligaciones para con estas anotaciones. De mi adolescencia poco que escribir. Es una etapa extraña, en la que uno se idiotiza y reina por su cabeza la absurdidad hablo desde mi caso, por supuesto—. Mis intereses fueron escasos y no pasaban de los partidos de fútbol y alguna chica. Ambos con mejor o peor fortuna según el año. Lo único reseñable que me viene a la mente (disculpas por mi memoria) fue aquella vez en la que mi profesora Almudena, que imparte la asignatura de Literatura en el Instituto Ibaialde —ahí estudié—, nos presentó a los alumnos Crimen y castigo de Dostoievski. Desde entonces ahondó en mí el gusanillo de la literatura, al que le siguió el de la escritura. Para ella mi eterno agradecimiento y que tan poco he sabido hacérselo notar. Retomando con las anotaciones, terminé estudiando Periodismo en la Universidad de Navarra, donde los gusanillos fueron mordiendo cada vez con más insistencia. Se ve que, entre broma y broma, o verso y verso, como me gusta decir, terminé un libro de poemas recientemente. El tiempo dirá cuándo ha de ver luz.

 
 
 

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